lunes, 15 de febrero de 2010
Dos chistes
Los chistes sobre la supuesta inmortalidad de Fidel Castro formaron parte de la tradición habanera en otro tiempo. En uno, le regalan una tortuga de las galápagos, pero la devuelve cuando se entera de que aquellas tortugas suelen vivir más de cien años. "Es lo malo de las masctas -dice-. Uno se encariña con ellas y ellas se mueren antes que uno". Casi todos los chistes parten ahora de la premisa contraria. Por ejemplo: Castro ha fallecido y está en la capilla ardiente. Sus afligidos conciudadanos hacen cola para rendirle homenaje. En cabeza de la cola está Felipe Pérez Roque, ministro de Asuntos Exteriores, de cuarenta y un años, llamado popularmente Felipito. Pérez Roque está ante el féretro, con la cabeza gacha, mientras Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional, espera su turno. Pasan los minutos; Alarcón se impacienta, roza a Pérez Roque en el hombro y le murmura: "Felipito, ¿a qué esperas? Está muerto ¿no?" Pérez Roque le responde: "Ya sé que está muerto; lo que no sé es cómo decírselo".
John Lee Anderson, El dictador, los demonios y otras crónicas; Anagrama
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